Cuando comencé a trabajar en el sector industrial no era realmente consciente de los retos de diversidad de género. Venía de un sector en el que la diversidad se enfocaba en minorías de la sociedad infrarrepresentadas. Por este motivo, cuando en un listado de RRHH, de esos que tanto nos gusta a nuestros profesionales, encontré mi nombre y al lado la letra D entre paréntesis, no entendí qué quería decir. "¿Default? ¿Disfuncional?????", pregunté a mi manager. No, la D indicaba que yo era el punto de Diversidad en la lista. ¿Sería porque era la única noruega en Madrid? No entendía entonces cómo el hecho de ser mujer, la mitad de la población de este mundo, me hacía diversa.
Recibes la llamada mágica que estabas esperando: eres la persona seleccionada en ese proceso que tanto te interesaba. La persona de RRHH te explica la oferta en detalle y después de la negociación, si aplica, aceptas el trabajo.
¿Tendrías que pedir algún feedback? A priori parece que no, ya que eres la persona seleccionada y por tanto el candidato perfecto.
Durante mi reciente embarazo en más de una ocasión me vi inmersa en conversaciones sobre madres trabajadoras. Comprobé, con bastante decepción, que tanto ellas como ellos hacían referencia en muchas ocasiones a "aquellas madres trabajadoras que se aprovechan de su situación y dan mala fama a las demás".
Deduje que hablaban de madres que se desentienden de su trabajo, sobrecargando a sus compañeros, y están protegídisimas. Por lo visto son el estereotipo de madre trabajadora para muchas personas.
Es curioso, en mis más de diez años de vida laboral, he tenido la enorme suerte de no encontrarme con alguna así. Sí me he encontrado con jetas de todo tipo: solteros, solteras, padres, madres...
Casualmente, el día en que di a luz cogí el metro. Había sobrepasado las cuarenta semanas, por lo que mi barriga era notable. Y, como de costumbre, cuando subí al metro lleno de gente en hora punta nadie hizo ademán de cederme el asiento. En vez de esperar que alguien lo hiciera, ese día mi cansancio, más bien agotamiento, y el calor de un verano adelantado hicieron que me dirigiera a los asientos reservados para embarazadas que hay en todos los vagones. Estaban ocupados sin excepción por hombres y mujeres que no cumplían con los criterios de reservados. Nadie se levantó. Me dirigí al joven que tenía más cerca y le indiqué el asiento estaba reservado para mí. Se levantó colorado y me lo cedió sin rechistar.
Aprendí a pedir lo que era mi derecho el día en que di a luz. Un poco tarde, diría yo.
Un compañero de trabajo me dijo que cuando nació su hija pensó que no podría llegar a quererla más. Pero cada año que pasa, y ella ya tiene quince, se da cuenta de que se equivocaba.
Tendré que fiarme de su palabra, porque yo en este momento siento que no se puede querer más a este cuerpecito tan pequeño que se adapta tan bien al mío. Quiero guardar recuerdos de cada momento desde que nació. Intento en vano que la cámara de mi móvil los capture y cuando vuelvo a observar esas imágenes son insuficientes. No atrapan el olor de tu cuerpo, mezclado con el mío y con el inequívoco olor de la leche materna. Me resisto a cubrirte con cremas o colonias que me privarían de ti. No sé cómo almacenar en mi memoria el tacto de cada uno de tus 48 centímetros, qué perciben mis dedos recorriendo tu suave piel, tu cabecita, tu pelo, tus mofletes, los pliegues de tus muñecas y tus pies, tus deditos diminutos.
La cámara de mi móvil tampoco me dejará recordar lo que siento cuando te doy besos en la cabecita, en la tripa, en los pies que casi devoro más que beso. Esas imágenes de ti en mi cámara que me arrancan una sonrisa al instante no reproducen los ruiditos que haces cuando mamas y tragas la leche, ni tu respiración corta y continua. Ni esos pequeños gemidos que delatan tu hambre, antes de que llegue a arrancar el llanto.
Sigo haciéndote fotos adicta a retener en mi memoria cada instante contigo, mientras en la vida real los saboreo todos. No quiero olvidar ni un sentimiento de estos días en que apenas tienes días. No quiero olvidar qué es mirarte dormir mientras te agarro la manita y te digo todas las tonterías que cruzan mi mente, siempre cubiertos de diminutivos a cada cual más sinsentido como pequeñaja, mi ranita o mi pequeño melocotón. No quiero olvidar qué se siente al tenerte contra mi pecho respirando y te acaricio incansablemente ni qué siento cuando veo a tu padre comerte a besos y rendirse a tu magia.
Aunque estos recuerdos pierdan intensidad con el tiempo a pesar de mi afán por atraparlos, sé que no olvidaré lo que pienso: cuánta alegría traes y cuánto te queremos. Nosotros, tus padres, y muchas otras personas. Estos días pasarán y crecerás; vendrán otras emociones y sentimientos. Otros recuerdos, otros momentos, otra actividad frenética de intentar captar con imágenes y palabras lo que siento.
Y te querré cada días más, dicen los expertos, aunque hoy me parezca imposible que pueda querer más.
Habitualmente cuando escribo un artículo "cotilleo" qué recomiendan otros profesionales sobre el mismo tema y me he encontrado con que no es raro que animen a los candidatos a finalizar la entrevista pidiendo feedback sobre la misma. Como en muchas otras ocasiones, discrepo al respecto.
En pocas entrevistas me han pedido feedback después de finalizarla. En ese momento me he encontrado en una situación incómoda en la que no sé cómo responder; en realidad aun no he llegado a hacerme una idea del candidato. En mi caso necesito sentarme a reflexionar sobre su perfil competencial y experiencia antes de poder realizar una evaluación.
Hace un tiempo hacía procesos de coaching gratuitos y me encontraba, en más de una ocasión, con personas que llevaban tiempo buscando trabajo y se veían desesperadas al recibir un rechazo tras otro.
Estas personas, que también me encontraba como seleccionadora en entrevistas, revolvían algo dentro de mí.
Afortunadamente yo no me he encontrado en esta situación buscando trabajo y aun así revolvían algo dentro de mí que tardé tiempo en comprender.
Cinco punto se ha llevado España y muchos reclamaron en Twitter que querían devolverlos y quedarse con cero puntos. Habría sido una marca más llamativa, desde luego.
El cantante español acudió a Kiev con polémica. La palabra "polémica" es más suave, al fin y al cabo, que corrupción. Para quien no conozca la historia, resumir diciendo que para elegir a quién representaría a nuestro país se realizó una gala con votación popular y del jurado. La ganadora de la votación popular consiguió el doble de votos que Manel, quien quedó en tercer lugar. Fue el voto del jurado, con intereses musicales y económicos, quien dio por ganador al catalán.
Hace tiempo que veo en Linkedin a personas sentirse en la necesidad de decir que tienen más de 40 años y valen mucho. Es una pena que alguien tenga necesidad de afirmarlo, pero también una realidad. Yo he tenido a candidatos en entrevista que me han agradecido el simple hecho de tener la oportunidad de estar ahí porque ni siquiera reciben llamadas. Y han sido las personas más agradecidas cuando además les hemos contratado en plantilla.
En el lado contrario, recientemente he leído un artículo muy compartido en Linkedin escrito por la dueña de una empresa que afirmaba (en resumidas cuentas) estar en todo su derecho a contratar los perfiles en la edad que quería sin que le acusaran de discriminación.
En un proceso de selección puede haber varios errores, por parte del candidato y del seleccionador. En cuanto a aquellos que comete el candidato hay algunos muy comunes como intentar mostrar una imagen de sí mismo no siendo sincero, no sentirse seguro en la entrevista o no saber cómo describir sus funciones. En estos casos, es responsabilidad del seleccionador intentar ayudarle para que se quite la máscara, darle confianza o ayudarle a través de preguntas a comentar su experiencia.
Estos pequeños errores son salvables en la mayoría de las ocasiones. Hay uno, sin embargo, que veo recurrentemente y que en una única ocasión he visto encaminar.
Más allá del sentido de la responsabilidad, la constancia, la organización para llegar a todo, el crecimiento como persona... Más allá de estos aprendizajes que todos hemos vivido, sufrido y disfrutado incluso, yo destaco tres que me llevo a mi vida privada.
Normalmente, en el momento final de todas las entrevistas se pregunta al candidato si tiene alguna pregunta que plantear. Más de un amigo me ha dicho que en esos momentos no sabe qué preguntar y, a recomendación de una amiga muy cercana, he preparado unas propuestas.
Lo más importante no es el guión que voy a hacer a continuación, sino que dediques tiempo antes de ir a la entrevista a pensar en qué información te interesaría saber. A continuación te dejo solo unas reflexiones que te pueden ayudar, yendo del ámbito más grande al más pequeño:
Esta frase la leí en su día y me hizo reflexionar. Intentando desgranarla, he encontrado principalmente dos diferencias entre un jefe y un líder muy relacionadas con el egocentrismo o más bien con el conocido concepto en coaching de "egoless".
Un líder escucha mucho más que habla
La principal diferencia para mí es esta. El líder quiere conocer a su equipo y escuchar sus proyectos, preocupaciones, dudas, experiencias, motivaciones, alegrías... Sabe que su propia experiencia y consejos solo son valiosos para quien le escucha si lo que va a contar está relacionado con lo que esa persona necesita; no con su propia necesidad de vanagloriarse. Es lo que en coaching se llama "egoless".
Cuando un líder habla la gente le escucha por lo que cuenta; no por el respeto a su posición en la compañía.
Hay pocas formaciones, charlas, libros, personas o momentos que cambien de la noche a la mañana tu forma de trabajar. En muchas ocasiones dejan un poso que va calando y con el tiempo compruebas que has ido cambiando tu comportamiento. Pero incluso aquellas charlas inspiradoras que pretenden hacerte despertar, no suelen tener duración a lo largo del tiempo.
Y también hay excepciones. De los últimos que he leído, recuerdo tres que tuvieron un impacto directo e inmediato en mi forma de tomar decisiones, gestionar conflictos y encontrar mi sitio como mujer en el mundo laboral.
En muchas ocasiones veo comentarios en Linkedin de personas que están buscando trabajo y se quejan de que, al aplicar a una vacante a través de una herramienta online (Infojobs normalmente) su CV ha sido descartado sin que el seleccionador lo lea siquiera.
En este artículo hablo desde mi experiencia como seleccionadora y de las personas con las que trabajo, pero obviamente no tengo respuesta a todos los motivos por los que un profesional de RRHH decide no abrir el CV. Y, por favor, ¡no matéis al mensajero!
Una aguja en un pajar
En una vacante pueden haberse inscrito 500 candidatos y no hay ni un solo seleccionador que lea tal volumen de CVs. Hay que hacer una criba inicial que permita reducir ese volumen a una cifra manejable.
Es muy habitual que un manager de negocio tenga que hacer entrevistas para seleccionar a alguien nuevo en su equipo. Pero como no es algo que tenga que hacer habitualmente, tal vez no tiene la formación y herramientas adecuadas para ello. Estos son algunos consejos para ayudarles.
1. Prepara la entrevista
Lee el CV de los candidatos y prepara una serie de preguntas que quieras plantearles. Hay, básicamente, dos tipos de preguntas para conocer:
- Experiencia técnica: ten en cuenta que en RRHH confirmamos a nivel general que ha desempeñado las funciones requeridas, pero eres tú quien tiene que hacer un análisis más profundo de este aspecto porque conoces mucho mejor que nosotros el puesto. Escribe como mínimo cinco preguntas relacionadas con su experiencia. Lo mejor es plantear las mismas preguntas a todos los candidatos, pero no te olvides de hacer que la conversación sea fluida.
- Perfil competencial: es decir, aquellas preguntas para saber si, como pediste en la descripción de la vacante, está acostumbrado a trabajar en equipo, tiene flexibilidad, está orientado a resultados... Las preguntas competenciales, por manual, son del tipo "cuéntame alguna experiencia en la que hayas trabajado en equipo", "cuéntame una situación en la que hayas tenido que resolver un conflicto". Nunca (nunca nunca nunca jamás) son del tipo: ¿te gusta trabajar en equipo?, ¿te consideras una persona flexible?, ¿se te da bien resolver conflictos?. Estas últimas son las llamadas preguntas cerradas (cuya respuesta es sí o no). En una entrevista prepara solo preguntas abiertas.
En una formación sobre cómo entrevistar a candidatos, el formador propuso un role play. Él era el entrevistado y uno de los asistentes el entrevistador. Hizo una magnífica interpretación de una entrevista en apariencia perfecta: la educación, forma de hablar, seguridad en sí mismo, expresión, claridad... Todo era perfecto. Solo un ojo entrenado o algo crítico, podía identificar a la perfección que no había contado nada en realidad. Yo llamo a este tipo de candidatos los "expertos en entrevistas". No es muy habitual y no es que sean malos candidatos en absoluto. Pero el entrevistador necesita aterrizar palabras como "soy un gran trabajador en equipo" a ejemplos concretos. "¿Por qué consideras que trabajas bien en equipo; qué éxitos has tenido trabajando en equipo; qué aportas tú específicamente a los equipos y en qué situaciones concretas lo has hecho?".
El agosto pasado, durmiendo en una muy calurosa y típica noche de verano madrileña, sonó mi teléfono a la una de la madrugada. Cuando vi en el teléfono Mamá pensé que había tenido un problema con el ordenador. Mi madre jamás me llamaría para eso a esas horas, pero el estar dormida te juega malas pasadas.
No era el ordenador, por supuesto. No era una buena noticia, era mala. Tampoco muy mala, porque mi padre sobrevivió y hoy sigue siendo el vikingo fuerte, como cariñosamente le llaman mis amigos, que puso todas sus fuerzas por salvar su vida heroicamente, sí heroicamente, y lo logró.
Pero muchas noches, cuando me acuesto o me despierto en mitad de la noche, tengo miedo a que el teléfono suene. Antes de agosto del año pasado nunca lo tuve.
Es curioso el miedo, no solo por su irracionalidad; de pronto un hecho te abre la puerta a un mundo de posibilidades que antes no contemplabas. El miedo se instala fácilmente para quedarse. Su intensidad puede disminuir, pero no desaparecer.
Muchas veces veo caras de frustración entre candidatos que se presentan a vacantes con 500 solicitudes o más, planteándose cómo conseguirán posicionarse entre los primeros.
En el artículo sobre cómo hacer un CV de 10 puedes encontrar consejos para llegar más rápido a la entrevista telefónica y por último a la presencial. Pero hoy me quiero centrar en esta fase, cuando ya estás delante del seleccionador. Hace un año escribí un artículo sobre cómo hacer una entrevista en el que enfatizaba la importancia de ser tú mismo en estas entrevistas. Últimamente me estoy planteando que este artículo se puede ampliar con un consejo adicional que marca la diferencia entre los candidatos.
Podría escribir infinidad de artículos con este título; hay más situaciones de las que creemos en que tener razón no es relevante. Comprender esta máxima libera a muchas personas de la frustración e incluso la ira que les lleva a discutir sus argumentos con vehemencia sin ser conscientes de que la otra persona jamás les entenderá ni les dará la razón. Porque los dos la tienen. Porque no importa quién la tenga. Porque no están hablando de lo mismo.
Hoy traigo aquí este pensamiento por el comentario que escuché recientemente en una reunión. Una persona decía que "es cuestión de darle a tu equipo lo que te gustaría que te dieran a ti". Parece una afirmación lógica que he escuchado en diversas ocasiones y demuestra incluso una preocupación real del manager por cuidar a las personas de su equipo.
Una de las peores tareas a las que se enfrenta un seleccionador es la criba curricular. Un documento tras otro sobre el que tiene que tomar una rápida decisión: pasa a entrevista telefónica o no pasa. A día de hoy, con herramientas como Infojobs y Linkedin esta criba es más fácil.
No está de más, de todas formas, ayudar al seleccionador y hacer un CV que le facilite el trabajo. Cuanto mejor lo hagas, más probabilidades tendrás de pasar a la siguiente fase.
Te propongo unos consejos para llegar más rápido a la entrevista telefónica y comenzar un nuevo proceso de selección.
Aunque lo habitual es decir que no se pueden hacer preguntas personales en entrevistas de selección, no es raro que algún amigo mío me cuente su propia experiencia poniendo esta máxima en evidencia. O que yo misma haya estado en entrevistas con el manager de negocio y este haya planteado alguna de este tipo al candidato, aun habiendo sido avisado de la política de la compañía. Los de RRHH somos quienes nos llevamos la mala fama injustamente, pero bueno, lo asumimos con dignidad.
Por diversos motivos creo que estas preguntas están fuera de lugar. Como en todo, sin embargo, no hay extremos sino una escala de grises.
Muchos hombres han aplaudido el ampliar el permiso de paternidad a cuatro semanas y están deseando disfrutar de más tiempo en las primeras semanas de nacimiento de sus hijos; muchas mujeres aplaudimos esta medida, felices por nuestras parejas, y porque sabemos que es una piedra más en el camino de la igualdad.
Y luego están los y las que consideran esta medida una barbaridad o que simplemente no les afectará cuando ellos o sus equipos tengan hijos porque nada cambiará.
Para mí llega ahora la pregunta del millón: ¿cuántos lo disfrutarán? Dependiendo del entorno en el que cada uno se mueve, escucho diferentes respuestas: ¡todos!; se puede coger encendiendo el portátil y pendiente del móvil; lo cogerán quienes le echen narices; yo ni me he cogido los quince días me voy a coger cuatro semanas...
En estos momentos del año, en muchas empresas, se mantiene la conversación para comentar los resultados del año anterior, tanto en cuanto a objetivos como competencias. Es normal hacer un ejercicio previo para, durante la conversación, destacar nuestros logros y justificar nuestros errores.
Podemos lograr más si vamos más allá de un análisis objetivo de hechos y datos. Además, también podemos evitar que no haya un entendimiento sobre lo que cada uno está hablando.
Has tomado la decisión de participar en un proceso de selección en una nueva empresa. Tienes claro en qué tipo de compañía quieres trabajar, el proyecto que te interesa y qué puedes ofrecer. Al final del proceso te harán una propuesta salarial y dependiendo de la cantidad aceptarás o no. Pero un momento... nada más empezar el seleccionador quiere saber cuáles son tus expectativas salariales y tú aun no tienes detalles del proyecto en el que podrías embarcarte. ¿Qué contestas? Te sugiero, en base a mi experiencia - en esto no hay ciencia cierta-, cinco consejos para responder a esta pregunta.
Estamos en un momento en que algunas mujeres se niegan a permanecer en la sombra donde la historia las ha relegado continuamente. Exigen sus espacios y el mismo trato que a sus compañeros masculinos. Y no solo ellas. Muchos hombres también acompañan esta reivindicación. Porque hay algo que es obvio: si no contamos con el apoyo de ellos, ellas jamás lograrán ser iguales.
Para el cambio, es necesario trabajar en muchos ámbitos. Yo destaco la educación que sigue siendo eminentemente sexista y hacer visibles modelos de liderazgo y de éxito femenino en los medios de comunicación, una batalla que casi no está ni en debate.
Si no crees que haya desigualdad a la hora de destacar logros femeninos ahí van un par de sencillas y rápidas recomendaciones, aunque el tema es muy profundo como para tomarlo a la ligera: coge el periódico de hoy y fíjate en si quien firma los artículos de opinión son más hombres o mujeres. A las personas nos gusta escribir y leer sobre otras personas en las que nos podemos reconocer. Es normal que ellos escriban más sobre hombres.
Otra, haz el test de Bechdel cuando veas una película:
1. ¿Salen al menos dos personajes femeninos?
2. ¿Hablan entre sí en algún momento?
3. ¿La conversación gira en torno a algo que no sea un hombre?
Este tema me interesa mucho y he leído varios estudios sobre la generación millennial (nacidos entre 1980 y 2000). A pesar de las investigaciones que los sustentan, siento que son incompletos. ¿Somos tan egoístas los millenials como dicen? ¿Valoramos más los proyectos en los que trabajamos que el dinero? Es más, ¿se nos puede etiquetar? Yo creo que más allá de estos tópicos, la principal diferencia frente a otras generaciones es cómo nos relacionamos con el mundo.
Lo primero que quiero dejar claro es que la foto de perfil no es tan relevante, ni mucho menos, para un buen entrevistador. Cuando haces una criba de 500 CVs, vas a lo importante. Y la foto no es una de las partes importantes del perfil para deducir si el candidato tiene la experiencia requerida. Lo que sí es inevitable es que la foto, obviamente, es muy visual y puede pasar desapercibida o llamar la atención.
No es casualidad que Elena, una de las protagonistas de mi última novela El guardián de recuerdos, sea seleccionadora. Llevo muchos años trabajando en RRHH y, excepto un par de detalles más, es lo único que comparto con ella. Aunque es uno de mis personajes favoritos en esta novela, su decisión de abandonar a su pareja, su familia y sus amistades cortando de raíz con todos ellos no es algo que yo me plantee hacer ni mucho menos.
A lo que iba con este artículo: como seleccionadora, muchos amigos me piden consejo cuando van a hacer una entrevista de trabajo. El consejo más importante, por encima de todos, es simple y llanamente sé tú mismo.